«Renacuajo», «come más», «no sirves para el fútbol»: el continuo desprecio a los niños de talla baja

Los niños de talla baja sufren acoso y comentarios constantes, que oscilan entre la broma y el insulto, de familiares, compañeros y vecinos, se quejan los padres

El desprecio es el arma de los débiles.

Marcos González, que vive en Salamanca y tiene 9 años, nació con apenas 800 gramos de peso, pero el crecimiento por debajo de la media es la única secuela que le ha quedado de haber tenido un crecimiento intrauterino retardado y de haber nacido antes de tiempo: en la semana 32 de gestación. Su hermana melliza -Aitana- pesó al nacer 1.600 gramos y siempre ha sido más alta que él, lo que ha provocado que, desde el inicio, Marcos y su familia hayan tenido que escuchar de familiares, vecinos, compañeros de clase, amigos o incluso desconocidos comentarios despectivos hacia la altura de Marcos. O no del todo peyorativos, pero sí alusivos a su altura en comparación con su hermana.

Los más suaves son del tipo: “Marcos, come más, que tienes que crecer”. O también hacia su hermana: “Te lo comiste tú todo en el embarazo”. Pero también hay algunos más impactantes, como que una compañera de infantil se despidiera de Marcos con una palabra tan poco habitual en el vocabulario de un niño pequeño como “renacuajo”. “Se la tiene que haber oído a alguna persona mayor”, interpreta la madre de Marcos, Naiara López.

Marcos ha recibido insultos y empujones por ser de menor altura que sus compañeros de clase

Además de los insultos o las insinuaciones referentes a la altura, Marcos ha sufrido empujones en el colegio y en los juegos nunca ha podido ser el ‘papá’. «Siempre tenía que ser el ‘bebé’ o el ‘perro’ porque era más bajo que los demás”, continúa su madre.

También ha tenido problemas a la hora de jugar al fútbol, una de sus grandes pasiones. Sus compañeros le hacían de menos por ser más bajito que el resto. E incluso, en un partido, una familia se puso a gritar desde la grada que “era muy pequeño y no podía jugar en esa categoría”. “Nos cambiamos de equipo”, indica Naiara, quien junto a su marido, Pablo González, siempre han transmitido a sus hijos “que cada uno tiene un cuerpo diferente, que lo importante es ser feliz y estar sano, que hay que respetar siempre al otro y hacerse respetar”.

Hormona del crecimiento

Pero, aun así, a Marcos, en ocasiones, le “fastidia” no tener la altura del resto, no poder llegar a la canasta, ser derribado en el fútbol por compañeros más altos y ser objeto de comentarios. En pleno 2023, la sociedad sigue dirigiendo sus críticas hacia el diferente.

Marcos ha tenido la suerte de poder recibir el tratamiento de la hormona del crecimiento, que la Seguridad Social financia desde 2001 para siete patologías concretas y que no está prescrito para niños cuyo déficit de crecimiento no es muy acuciado o no obedece a una causa determinada, para frustración de algunas familias, que a veces lo pagan de su bolsillo y tiene un coste promedio de en torno a 7.000 euros al año por paciente.

En el caso de Marcos no hubo dudas, no segrega la hormona y fue un “candidato claro desde el inicio”, según su madre. A los 4 años, cuando tenía percentil 1, que quiere decir que de 100 niños de la misma edad, él se encuentra entre el 1% que tienen menos altura, es decir, hay 99 por delante, se evaluó que empezara con el tratamiento pero “pegó un estirón ese verano” y se retrasó el inicio. No obstante, a los 5 años seguía en el percentil 1, con 100 centímetros de altura y el comité evaluador aprobó que empezara a recibirlo.

“Al principio se le notó muchísimo y paso de gastar, con cinco años, ropa de talla de dos años a necesitar solo una talla más pequeña»

Naiara López, madre de Marcos

La hormona

Y ha surtido efecto. “Al principio se le notó muchísimo y paso de gastar, con 5 años, ropa de talla de dos años a necesitar solo una talla más pequeña. Ahora, con 9, usa ropa de 7 u 8 años, ya no es tan evidente su diferencia con el resto de niños de su edad y tiene toda la pinta de que alcanzará la altura media”. En estos momentos está en el percentil 15 y mide 130 centímetros.

No obstante, Marcos tendrá que seguir en tratamiento durante años. El inconveniente es que se administra con una inyección diaria, que “escuece” bastante. Pero el pequeño está resignado y en “cuatro años apenas se habrá quejado unas 10 veces del pinchazo, lo lleva bastante bien y como sus compañeros son bastante altos y a veces se ve en minoría, no pone nunca problemas, ni cuando el tratamiento le provoca dolores de cabeza o en las piernas”, relata su madre.

Y los comentarios sobre la altura de Marcos, gracias a que el tratamiento hormonal ha surtido efecto, van a menos, ahora que ha igualado la talla con su hermana melliza.

Redacción

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