Partido Clasificación mundial: Georgia 0-1 España

España vence a Georgia y suma los tres primeros puntos

Alineaciones:

Georgia: Loria (Kvaskhvadze, 74’); Lobjanidze, Khizanishvili, Amisulashvili, Kvirkvelia; Kankava, Kashia, Dushvili, Okriashvili, Targamadze (Dzalamidze, 65’); Michedlidze (Sirbiladze, 80’).

España: Casillas; Arbeloa (Cesc, 81’), Piqué, Ramos, Alba; Busquets (Pedro, 68’); Silva (Cazorla, 65’), Xabi Alonso, Xavi Hernández, Iniesta; Soldado.

Goles: (86’).- Soldado remacha dentro del área un pase de Pedro.

Árbitro.- El colegiado noruego Moen.

Incidencias. Estadio Boris Paitchadze Dinamo Arena de Tbilisi. Lleno. Noche fresca. Terreno en impecables condiciones. Primer partido de la fase de clasificación del Mundial 2014 (Brasil). Asistió al encuentro el presidente de la RFEF Ángel Villar.

Comentario:

Los múltiples vericuetos a que obliga la inusitada actividad futbolística de cada campaña han conducido a los entrenadores a la práctica generalizada y común de eso que se llama las rotaciones, un fenómeno impensable hace años, y durante muchos, cuando cada equipo tenía siempre un “once” hecho y a un banquillo para las contingencias que pudieran surgir, pero nunca para la alternancia pre determinada.

Todas las selecciones, y clubes, se manejan hoy con decena y medio, cuando menos, de jugadores con los que afrontar básicamente la temporada. Las rotaciones toman cuerpo por lo general para restañar daños físico, airear los pulmones y, en algunos casos, como el de España, porque las diferencias son escasas, por fortuna, entre unos y otros y esos cambios no perjudican los resultados y hasta contribuyen a que sean mejores.

España ha iniciado en Tbilisi (Georgia) con una victoria agónica la ruta que debe conducir al tricampeón europeo y dueño de la triple corona a la fase final del Mundial 2014 (Brasil), a domicilio, con la mejor de sus corales de salida, con lo más granado de lo que dispone, que es una barbaridad, sin resquicios que auparan anímicamente al contrario y con solo una incorporación al grupo que damos por titular, la presencia de Soldado en el eje del ataque en detrimento de Fernando Torres, el “Niño” centenario en Pontevedra, en un capítulo más de esa larga búsqueda de un ariete desde que no está, aunque empiece a estar, Villa, tras contar antes con Llorente y Negredo y mañana, quizás, jugando sin “9” en un equipo sobrado de soberbios y llegadores mediocampistas. Así se quedó fuera de él Pedro, autor de dos dianas en el Nuevo Pasarón.

Georgia ha jugado tal y como todos los guiones anunciaban, cuatro en defensa, cinco en medio campo, uno arriba (Mchelidze) más para tratar de crear algo de zozobra que para buscarle las cosquillas a Casillas, y lo ha hecho con un soberbio ejercicio defensivo. Animada por un público entregado a una causa que se suponía heroica ha hecho de su vigor físico y emocional lo mejor de su juego. Con marcajes muy cercanos a Xavi (Kashia), Xabi Alonso (Daushvili) y Silva (Kankava) ha buscado la forma de evitar que España jugara con cierta comodidad aun a costa de renunciar a cualquier acción de ataque. El resultado ha sido demoledor, cumpliéndose durante casi todo el duelo el anuncio del embajador de Georgia en España, que el día antes había confesado no saber de qué forma iban los suyos a pasar de medio campo. No lo han hecho apenas, salvo en un remate al poste de su central Amisulashvili en el segundo tiempo y tampoco les ha importado mucho. Sus armas ante un adversario tan superior son las que son.

El resultado de ese amontonamiento no ha aturdido a España, pero ha sembrado de obstáculos el camino hacia el larguirucho Loria. Aunque parezca que no, esa es una de las escasas fórmulas existentes para impedir que marque el campeón. El ir y venir de la banda al centro y del centro a la banda de Soldado, las apariciones frecuentes de Arbeloa por la derecha y la enorme sutileza de Iniesta no han producido durante un buen rato más efecto que un cabezazo de Ramos, bien detenido por el larguirucho cancerbero georgiano. La velocidad y habilidad de su zurdo Okriashvili no ha dado sino para elevar los grados pasionales de unos aficionados absolutamente reacios a decaer.

Este tipo de partidos ante este tipo de rivales es contra el que España viene pegándose hace tiempo y con el que va a tener que seguir haciéndolo en lo sucesivo y más incluso. Un enemigo rugoso, prieto, encorajinado por medirse a quien se mide, infatigable, seguro de que su única suerte es ésa, contrarios ante los que hay que tocar y tocar, volver a empezar, ir de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, acabar una jugada y reanudarla más si por alto son muy seguros, hasta encontrar el hueco, hueco que halló Silva a los 25’ con un espléndido zurdazo desde lejos ante el que se cruzó la madera del poste izquierdo de Loria.

Trasladada Numancia a Tbilisi y la línea Maginot, también, a España le faltó peso ofensivo donde tenemos constatado que le falta, el vértice del ataque y sus aledaños, lo que no constituye una sorpresa y lo que tampoco nos ha creado problemas globales de ninguna trascendencia. Algunos puntuales, sí, como en el Boris Paichadze Dinamo Arena, donde su inmensa superioridad en todos los sentidos no fue suficiente para perforar la muralla georgiana en la primera mitad será, quizás, por estar muy hechos a ello para gozo de sus seguidores que saltaron de alegría no ya con algún conato de jugada propia, sino con los despejes de su portero y con los saques de banda que les favorecían. Poca cosa, pero muchísimo para la modesta Georgia. Cuando a los 43’ su larguirucho portero desvió un tiro lejano de Xavi el campo se puso en pie. Y ni qué decir tiene cuando Loria sacó un remate de Soldado solo ante él y luego voló para rechazar otro de Alba. Hay veces en las que las más negras amenazas para un guardameta se convierten en su noche de gloria.

Nada más comenzar el segundo tiempo se produjeron tres sucesos: Loria se encomendó al cielo y se santiguó, por este orden; Del Bosque mandó calentar a Pedro y Cazorla; Casillas se agachó para recoger un balón y un minuto después se produjo el éxtasis: Arbeloa cedió un córner, acontecimiento de primer orden para lo que Georgia había causado. Una conmoción que alcanzó el climax colectivo en el estadio, y supongo que en el país, cuando, tras una indecisión defensiva, Amisulashivili, uno de sus dos centrales, largo un zurdazo desde dentro del área, que no sé si rozó o no Casillas, y que fue a morir en la madera del poste derecho de Iker. El susto fue morrocotudo.

A esa hora, el partido estaba ya en un lugar incómodo, inmerecido, es cierto, y agrio para la selección que con la entrada de Pedro por Busquets, buscando más juego de banda, con Iniesta renqueante después de una dura entrada y con el rival crecido y muy seguro defensivamente veía como pasaban sin fruto los minutos. Se agigantó por alto el ya gigante Loria y nada de aquello, presión, nervios, claro que sí, era bueno para España, que necesitaba recuperar su toque y su temple. De pronto el que parecía que podía haber sido un duelo no fácil e incómodo, pero sin sobresaltos, se nos estaba convirtiendo en muy difícil de ganar. A los 70’’ se lesionó el hasta entonces felicísimo Loria, sustituido por el segundo portero. Una larga y merecida ovación acompañó al larguirucho, retirado en camilla.

Acostumbrada el sufrimiento, España ha acabado encontrando el premio a su enorme superioridad, tras buscar el gol una, otra vez y mil más con un tanto de Soldado a los 86’ de juego. No es la primera ocasión ni será, seguro, la última en la que algo así sucede. Tras un goteo constante el cántaro de la gran defensiva georgiana acabó rompiéndose cuando ya daban por hecho que iban a lograr un legendario empate. No fue así. Esta España, jugando bien y no tan bien, se lo había ganado a pulso, por corazón, por juego y por fe ante un rival formidablemente cerrado que hizo más valiosos los tres puntos ganados. Costó sudor conseguirlos, pero ahí están.

RFEF para Fútbol Balear.
Fotos de Carmelo Rubio.

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