España se mete en semifinales de la Euro 2012 tras vencer a Francia (2-0)

Xavi Alonso acaba con Francia y con la estadística

Alineaciones:

España: Casillas; Arbeloa, Piqué, Ramos, Alba; Busquets; Silva (Pedro, 65’), Alonso, Xavi, Iniesta (Cazorla, 83’); Cesc (Torres, 66’).

Francia: Lloris; Reveillere, Rami, Koscielny, Clichy; Debuchy (Menez, 63’), Cabaye, M’Vila (Giroud, 78’), Benzema, Malouda (Nasry, 63’) ; Ribery.

Goles: (18’).- Iniesta mete un balón en profundidad a Jordi Alba, que penetra por su banda y cuelga un centro precioso que cabecea espléndidamente Xabi Alonso ante la impotencia de Clichy y Lloris. (89’).- Penalty a Pedro, que transforma Xabi Alonso.

Árbitro:  Nicola Rizzoli, italiano

Tarjetas: amarilla  por España a Sergio Ramos (30’) por falta a Benzema, y por Francia a Cabaye y Ménez

Estadio: Donbass Arena de Donetsk. Casi lleno. Noche calurosa: 26º, con una humedad del 42%. Dos mil seguidores españoles en las gradas, desde luego, muchos más que franceses.

Comentario:

El volante marcó las dos dianas de España, que se mostró muy compacta y firmísima en defensa y que se enfrentará a Portugal en semifinales.

Del Bosque decidió magistralmente cuando había que frenar a la tricolor: incorporó a Pedro y Torres a la hora de juego y puso fin a los ataques galos.

Aquellos viejos fantasmas que siempre nos asaltaron en los momentos históricos; aquellos viejos hábitos que nos empequeñecían, o que lo parecía; aquellos lamentos en torno a lo que podíamos ser y no éramos; aquellos temores de quedarnos siempre al pie de los caballos que te llevaban en lomos al triunfo; aquellos días grises que parecían no tener fin y que fueron el santo y seña a de generaciones de españoles forman parte de la historia pasada. Aquellos días en los que la estadística lo anunciaba todo forman parte hoy del anecdotario del fútbol español. Haber derrotado a Francia con claridad, justicia y cuerpo de equipo grande, y ante la que no habíamos saboreado satisfacción alguna en encuentros oficiales, lo demuestra.

España y Francia se han batido en el magnífico Donbass Arena de Donetsz por un puesto en la semifinal con el cuidado y el respeto que la ocasión requería. No hay duelos de este grueso calibre en los que haya cabida para los descuidos o la ligereza, que se suelen pagar con la ruína. Manda la pizarra y así tiene que ser, porque cualquier error puede provocar un resultado fatal. Del Bosque lo ha entendido así, volviendo a recuperar a Cesc como falso delantero, tal y como hizo ante Italia. Francia se ha movido con una cautela desacostumbrada, fijando mucho las marcas, Rami-Cesc, Cabaye-Alonso, Reveilliere-Iniesta, M’Vila-Xavi, buscando una combinación rápida Benzema-Ribery o Ribery-Benzema para decidir. La cautela ha condicionado los sesgos del partido, pero los miedos acompañaban más a la tricolor, dependiente de una acción aislada más que de una acción de conjunto y decididamente voluntaria.

A los 18’, el partido ha dado un vuelco. Iniesta ha metido un balón por banda izquierda para la colada rápida de Alba, que así lo ha hecho. El lateral ha progresado y ha enviado un largo centro al segundo palo. El balón ha descrito una especie de parábola perfecta para acabar en la frente de Xabi Alonso, que ha cabeceado espléndidamente, batiendo a Lloris y provocando un estallido de júbilo en el campo y en el banquillo que ha recordado los de aquellos días tan cercanos aún de Sudáfrica y que tanto echábamos de menos en esta Eurocopa, con el banquillo en pleno, celebrándolo como si ya fuésemos, otra vez, campeones.

Frente a lo que cabía esperar de un adversario tan sólido, Francia apenas ha salido de la cueva para responder el mando español en medio campo o para remediar su desventaja en el marcador. Encorsetado en esa especie de plena dependencia de Ribery y Benzema, el equipo de Blanc ha carecido de nervio en la línea ancha y de mordiente en el ataque para impedir el fútbol de construcción de España, que, mejorado con respecto al duelo con Croacia, ha sido el dueño del campo. Más de media hora ha tenido que pasar hasta que Francia ha puesto a trabajar a Casillas, en el lanzamiento de una falta de Cabaye, que Iker ha enviado a saque de esquina.

Capítulos como el de Donetsk contribuyen a agrandar el crédito de los equipos. Puede que no sean un canto a la belleza, ni una sinfonía estética de las que te llevan al séptimo cielo, pero sí demuestran el talante de quienes participan de ella. Es así, sencillamente, porque hay mucho en juego, de modo que la reacción francesa en el último tirón del primer período podía y debía darse por prevista. Francia ha apretado, avanzado, ha aparecido más Ribery y a él se le ha sumado Benzema, con algo de aceptación por España de ello para facilitar su contragolpe. A pesar de ello, no han faltado las llegadas del campeón del mundo, que sabe añadir a lo que tiene en ataque la gran presencia de sus mediocampistas. Silva e Iniesta han sido los más agudos.

El paso del tiempo ha demostrado que no siempre los equipos más realizadores acaban siendo los que ganan los títulos. España ha conseguido el Europeo y el Mundial ambos por el mismo resultado (1-0) y el segundo de ellos en la prórroga. Fueron dos triunfos tan merecidos como difíciles. Es sabido que la capacidad ofensiva de la selección se condiciona al juego y mentalidad de sus hombres, que son exquisitamente técnicos. Los resultados que ha producido son espectaculares. Ese tocar y tocar que desespera, desmoraliza, y cansa, al enemigo es el arma principal de un equipo que siente placer por el reposo y por el control, por no perder nunca la cabeza, por tener el balón en sus pies y administrarlo sabiamente. Aunque es cierto que eso no colma de velocidad al grupo ni entusiasma a los amantes del fútbol directo, a un toque, sin pausas, no seré yo quien gaste un segundo en discutirlo. Y si lo hiciera alguien podría decirme que me fije esos partidos de Viena y Johannesburgo, que mire el ranking FIFA desde hace tres años, en fin…

Francia ha respondido a ese juego con latigazos aislados, buscando desesperadamente que la mayor actividad de Ribery y Benzema produjera algún resultado. Pero tampoco se ha dejado llevar demasiado por la pasión atacante, temiendo que un contragolpe le costara el partido definitivamente. Benzema ha aparecido y desaparecido, pero sin continuidad, como Ribery. Esa especie de quiero ir a por el empate, pero me guardo las espaldas por si acaso, ha marcado la tónica de la segunda mitad, jugada, además, con mucho calor para añadir efectos al cansancio comprensible de los jugadores, con cuatro partidos a sus espaldas en 15 días. Demasiada tela.

España ha pasado apuros en el primer cuarto del segundo período, pero a los 61’ un precioso balón de Xavi a Cesc ha hecho más daño que todas las acometidas de la tricolor, de modo que, sabiamente, Del Bosque ha decidido darle una vuelta de tuerca al duelo, incorporando gente de refresco y gente de ataque, Pedro y Torres, para, de paso, poner una cuña a los acosos franceses. Pedro ha sustituido a Silva, que ha hecho un desgaste descomunal en cuatro partido, y Torres ha entrado por Cesc, en lo que parece ya un suceso al que tendremos que acostumbrarnos. Francia lo ha notado inmediatamente, pero a los 72’ ha puesto a prueba la colosal calidad de Casillas. Se ha ido Ribery por la banda izquierda y su centro mortífero lo ha vuelto a salvar las manos del talismán Iker, portero al que nunca estaremos lo suficientemente agradecidos.

La decisión de Vicente del Bosque ha desahogado a España y agrietado el ánimo de los franceses, que han tenido que recular para evitar que todo quedara formalmente resuelto. También les ha desanimado, claro que sí, la formidable resistencia defensiva del equipo español, sin lagunas en ese aspecto, firmísimo y generosamente corporativo en el esfuerzo común. El partido no ha sido especialmente vistoso, pero sí ha sido muy intenso, trabajado hasta la extenuación, estudiado al milímetro y ganado con cabeza, en definitiva, y en buena ley ante un rival de alto voltaje. Un triunfo de enorme mérito, del que hay que sentirse orgullosos, que conduce a la semifinal con Portugal, que rompe la estadística, que añade una muesca más a una selección de cuerpo entero, y que se ha cerrado con la acción de Pedro, el penalti que le han hecho y el cañonazo de Xabi Alonso, el gran hombre de la noche en el marco de esa selección que jamás defrauda.

RFEF

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