España cierra la temporada con otra victoria (0-3) en Venezuela

Un gol espectacular de Villa, un remate certero de Pedro y otro gol extraordinario de Xabi Alonso sentenciaron a Venezuela en los primeros cuarenta y cinco minutos. Villa y Xabi sacaron el libro de lanzar faltas. Pedro, el olfato de gol.

Un gol espectacular de Villa, un remate certero de Pedro y otro gol extraordinario de Xabi Alonso sentenciaron a Venezuela en los primeros cuarenta y cinco minutos. Villa y Xabi sacaron el libro de lanzar faltas. Pedro, el olfato de gol.

El Estadio Olímpico General José Antonio Anzoátegui de Puerto la Cruz lleva el nombre de un oficial de Simón Bolívar en la Guerra de la Independencia de Venezuela. Los venezolanos llenaron el recinto de su héroe, cuarenta y un mil espectadores bajo un sol capaz de subir el termómetro hasta los treinta tres grados y la humedad relativa del aire por encima del setenta y cinco por ciento. El bochorno hacía presagiar un partido de mucho desgaste y de bravura en la pelea presentada por la “Vinotinto”, una selección con más ganas que oficio pero con una juventud ilusionadora para el futuro.

En el arranque, César Farías, un joven entrenador de treinta y ocho años y con más de diez de experiencia en los banquillos, sacó un equipo dispuesto a rememorar viejas batallas. Le duró cuatro minutos. El tiempo que tardó España en sufrir una falta a treinta y cuatro metros de la línea de gol venezolana. Xabi Alonso y Villa se repartían el botín, una pelota jugosa, apetecible, con la barrera a distancia y visibilidad a puerta. Se decidió el Guaje por el disparo. Le salió un tiro combado, parabólico, que cogió la altura precisa para ir cayendo hasta entrar pegado a la cepa del palo izquierdo de Renny Vega, el guardameta del Caracas, que se lamentó ante lo imposible. La Roja comenzó a tocar y los locales a responder con faltas. Producto de esa fogosidad vieron dos tarjetas amarillas Cíchero y Lucena en otros tantos minutos.

De ahí al segundo gol de España, apenas transcurrieron diez minutos de buen juego, una combinación con Villa, un pase del asturiano al interior del área y Pedro acertó con un disparo suave al fondo de la portería. El partido parecía sentenciado, casi calcado de lo que habíamos visto el sábado por la noche en Foxboro de Boston contra Estados Unidos.

Del Bosque dio tiempo a todos sus futbolistas. Iraola, Marchena, Albiol y Arbeloa, en la línea de cuatro. Xabi, Busquets e Iniesta en la génesis del juego y Pedro, Llorente y Villa en el ataque directo. Las arrancadas de Villa y Pedro contaron con la ventaja de un Llorente poco participativo pero tácticamente impecable fijando y arrastrando a los centrales a su voluntad. En el medio, posesión, toque y pase, búsqueda de los espacios y, ante la duda, volver a empezar. La lección milimétricamente aprendida.

A los cuarenta y cinco minutos, de nuevo otra falta cometida por Venezuela dejaba el balón muerto a treinta y cinco metros de la línea de gol, sobre el cuadrante izquierdo del ataque español. Xabi Alonso la pidió. Villa, el máximo goleador de la historia de la Selección española, se apartó con sus cuarenta y siete goles en la mochila y cedió el balón al hijo del inolvidable Perico. Alonso sacó un tiro clavado al palo derecho de Vega y la pelota se fue al fondo. El partido, también. Calco de la noche americana del Foxboro.

En la segunda parte, el juego se diluyó. España dejó en el vestuario a Villa, Iniesta y Xabi Alonso y dio entrada a Silva, que se situó al lado de Busquets, a Cazorla que se quedó a su vera y Manu del Moral, que se fue a la izquierda con el carril largo para él solo. Más tarde, Capdevila y Torres sustituyeron a Llorente y Arbeloa, respetivamente, y el encuentro se fue adormeciendo entre latigazos aislados de los venezolanos y la posesión interminable de los españoles. Tanto fue así que Del Bosque dio instrucciones de calentar a Iker. El capitán se fue a la banda para efectuar el cambio y pasaron nueve minutos sin que el juego se interrumpiera. Casillas recibió en el minuto ochenta y ocho una ovación señorial, elegante y cariñosa del estadio entero, como un héroe de la independencia española en el fútbol mundial, como el símbolo de una generación que supo libertarnos de la ausencia de conquistas y de victorias sobresalientes. Y ahí se terminó todo. El peruano Buceley, con un arbitraje notable, le pidio el balón a Iker y señaló el final.

Era también el final de la gira americana y el final de la temporada para la Selección Absoluta. Del Bosque, Grande, Miñano, Jiménez y todos sus hombres pueden irse de vacaciones bien tranquilos con la satisfacción de haber dejado el pabellón en su sitio, la buena imagen ante el mundo y las dudas disipadas. La Roja no está en cuestión. Sigue siendo la Campeona del Mundo y lo ha mostrado en Estados Unidos y Venezuela. Un buen cierre de ejercicio.

RFEF

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