Quitarse el sombrero

Gregorio Manzano
Gregorio Manzano

Finalizó la pasada semana pasada con tres auténticas finales: Sporting, Barcelona y Betis. Tres partidos para elevar el ánimo de todos o para entrar de nuevo en los cálculos matemáticos de la salvación. En Gijón la victoria con autoridad hizo que se pudiera ver sonreír de nuevo a Juan Arango. Sin apenas tiempo para saborear la importante victoria, jugábamos la semifinal de Copa contra el Barcelona.

Soñemos

El sueño queríamos convertirlo en realidad. Unos decían que no venía el mejor Barcelona, otros que sí, y nosotros ¿qué? Pues que la cara de susto con la que fuimos al Nou Camp en el partido de ida nos había cambiado. Ahora no éramos colistas y creímos y soñábamos con poder remontar. Una vez más la hora del partido, la noche fría y la posibilidad de televisar IB3 el partido hizo que el campo no presentara una entrada de gala, pero los que presenciaron el encuentro vieron cómo los jugadores se partieron el alma por llegar a la final. Miramos al Barcelona de frente, le impedimos elaborar su juego de creación, presionamos con las líneas adelantadas y el objetivo era marcar en el primer tiempo.

Así fue. El guión estaba cómo queríamos y al descanso todos soñábamos que podíamos. Pero la felicidad se convirtió en tristeza, ¡otra vez! Otro penalti nos volvió a marcar el destino más cruel y el equipo lo acusó. Messi igualó el partido y la final se alejó cuando la tuvimos a once metros de distancia. La alegría de haber podido festejar otra final se alejó pero llegar a una semifinal y perder contra este Barcelona nos llenó de orgullo y autoestima. El equipo salió reforzado moral y futbolísticamente y todos entendimos que los jugadores hicieron una competición de Copa magnífica aunque algunos, después del partido, confundieron la velocidad con el tocino.

La Liga es nuestro patrimonio, y siempre he recordado que para volver a ser campeón o disputar una final lo más importante es estar en Primera División.

El Betis era nuestra tercera final en siete días. Si en tres partidos la defensa no encajó ningún gol, contra los béticos en sesenta minutos encajamos tres. El fútbol tiene estas cosas, pero la reacción del equipo es para quitarse el sombrero. En el descanso soñamos de nuevo en remontar. El escenario era como contra el Barcelona, dos goles en contra, pero menos tiempo por delante. La verdad es que se puso difícil con un gol más, pero la entrada de Castro y Webó, el cambio de posiciones en el campo, las bandas bien abiertas, la ambición del equipo, el aspecto físico y nuestro público volcado con el equipo, hicieron que el cansancio del miércoles no lo acusáramos y los llevara en volandas a creer en la victoria final. No fue así. Pero ganamos todos.

El público emocionado, los jugadores entusiasmados, el rival asustado, los periodistas alucinados y la épica rozando el límite de lo imposible.

Ese es el fondo que quise transmitir en la rueda de prensa que tanto ruido ha producido. Todos juntos es posible alcanzar las metas. Ya sé que algunos no participan de nuestros éxitos y se alegran de nuestros fracasos, todos sabemos quiénes son, pero los verdaderos mallorquinistas no deben dejarse llevar por unos pocos. Somos muchos más y mejores, y a ellos les pido que estén siempre junto al equipo. Lo que no entiendo es que muchas personas me han llamado para decirme que en el fondo llevaba razón y les he contestado que no poseo la verdad de la razón y lo único que deseo es reactivar la pasión de nuevo por el Mallorca como algo nuestro. Y algo que no debemos dejar de tener en el futuro.

Gregorio Manzano.

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