
Alineaciones:
SD Portmany: Lluís Artigues, Meissa Sock, Gorka Ramón, Alejandro Romero (Rubén Saelices 57′)( Damián Zanetti 82′), Manuel Ribas, Jorge Beltrán ( Roberto Ruiz 57′), Vinicius Amorim (Juan Esteban 72′), Marcos Escandell, Airam López, Raúl Cano (Erik Torres 80′) y Pau Ferrer
CD Binissalem: Mateu Vaquer, Simo Ramos, Álvaro Vera, Juan C Murillo (Adrián López 80′), Elías Chentouf (Alexandre Martínez 85′), Javier Pou (Jaume Company 85′), David García, Amador Mestre, Borja Gurrionero ( Oumar 75′), Marc Matas y Miguel Chagas (Juan Moya 75′).
Goles: 1-0 Roberto Ruiz(62′), 1-1 Borja Gurrionero(67′), 2-1 Vinicius Amorim(78′).
Árbitro: Adrián Corbelle. Tarjetas amarillas a los locales Alejandro, Jorge, Manuel, Rubén y Lluís. A los visitantes Miguel, Elias, Marc y Adrián
Campo: Sant Antoni de Portmany
Comentario:
Apareció la mejor versión de la SD Portmany: combativa, vertical y, sobre todo, con hambre de redención.
Ante un Binissalem ordenado pero sin demasiada pólvora, los ibicencos sacaron el gen competitivo que tanto se echaba de menos y firmaron un 2-1 con sabor a alivio. No fue un baño, ni un festival de fútbol, pero sí una victoria con personalidad, de esas que construyen equipos y limpian heridas.
El primer acto se movió entre la intensidad local y la precaución visitante. El Portmany salió con el cuchillo entre los dientes, mandando desde la posesión y empujando al rival hacia su campo. Faltó el último pase, esa chispa en los metros finales, pero las sensaciones ya eran otras. Nada que ver con las derrotas anteriores. Esta vez había intención, presión alta y transiciones veloces.
El Binissalem resistió como pudo, esperando su momento. No sufrió demasiado, pero tampoco propuso. El 0-0 al descanso no reflejaba la superioridad local, pero mantenía el suspense en el Municipal.
La segunda mitad fue otra película. Más abierta, más eléctrica, más viva. Y ahí el Portmany se sintió como pez en el agua. En el minuto 60, Roberto cazó un balón suelto en el área tras un barullo y lo mandó al fondo de la red con rabia. Gol liberador, grito colectivo en la grada y justicia para lo que se había visto hasta entonces.
Pero el fútbol nunca da nada sin antes ponerlo a prueba. Diez minutos después, el Binissalem, en su única llegada clara, empató el partido en una acción aislada que enfrió el ambiente. El miedo al déjà vu se coló entre los aficionados: ¿otra vez?
No esta vez.
Porque entonces apareció Vini. El jugador, incansable durante todo el partido, se inventó una jugada en el minuto 80 que acabó con el balón besando las mallas. 2-1. Gol de carácter, de oportunismo, de los que definen partidos. Y esta vez sí, el Portmany supo sufrir, aguantar y cerrar el triunfo con uñas y dientes.
Con estos tres puntos, el Portmany se quita un peso de encima y se reengancha emocionalmente a la temporada. Suma su primera victoria, sube a la decimosexta plaza y, sobre todo, envía un mensaje: este equipo no está muerto ni mucho menos.
Redacción
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