Alineaciones:
SD Formentera: Rafael Soriano, Álvaro González, Gabriel Rabanillo(Javier Varona, 63′), Joan Marí(Adrián Esperalta, 63′), Javier López, Raúl Arroyo(Julen Madariaga, 46′), Alberto Gorriz, Gorka Marcos, Senga N. Kata, Fernando N. Losada, Lorenzo Busi.
UE Porreres: José J. Rivas, Guillermo Romaguera, Miguel Algaba(Sergi Martín. 88′), Rodrigo P. Cuenca(Luís S. Alomar, 63′), Alejandro Alvarez(Pedro R. González, 83′), Daniel Amengual, Alberto Castaño(Climent Noguera, 63′), José E. Caicedo(David Riera, 88′), Joan Sorell, Daniel López, Federico Lussenhoff.
Goles: 0-1 Guillermo Romaguera(45′), 0-2 Rodrigo P. Cuenca(59′).
Árbitro: Adán Rivas Piñeiro asistido en bandas por Pedro Juan Moreno y Sergio Ortin Rodríguez.
Tarjetas: amarillas para los locales Fernando N. Losada(27′) y Senga N. Kata(90′) y a los visitantes Rodrigo P. Cuenca(16′), José E. Caicedo(32′), Miguel Algaba(43′), Alejandro Alvarez(78′) y José J. Rivas(84′)
Comentario:
El Municipal se tiñó de esperanza desde el primer minuto. El equipo de Maikel Romero salió con intención, con hambre, con la energía de quien sabe que no hay mañana. Sin ser un vendaval, el Formentera fue mejor durante buena parte del primer tiempo. Más activo, más incisivo, más vivo. Se asomó varias veces al área rival con peligro, aunque las ocasiones claras fueron contadas. La fortuna, eso sí, no quiso saber nada de rojinegro: un poste y un portero rival en estado de gracia desactivaron los gritos de gol que ya se mascaban en la grada.
Y como si todo eso no bastara, el partido tuvo su dosis de polémica. Corría el minuto 18 cuando Rodri, del Porreres, soltó una entrada con los tacos por delante que encendió los ánimos. El colegiado mostró amarilla, pero en la isla aún hay quien piensa que era jugada de expulsión. Quizás con otro criterio, otro partido. Pero no hubo indulgencia.
Pese al revés, el Formentera no aflojó. Empujaba con más fe que claridad, pero lo hacía. Hasta que, en el último suspiro del primer tiempo, el Porreres sacó petróleo de la nada. Un córner aislado, un despiste, y el balón terminó en la red. Un gol de esos que no sólo suben al marcador: bajan la moral y cambian el ánimo de un vestuario entero.
La segunda parte arrancó con un equipo local obligado a remar contracorriente. Y aunque lo intentó, ya no era el mismo. El Porreres, más cómodo con el resultado, empezó a gestionar los tiempos, a medir sus esfuerzos, a jugar con cabeza fría. Aun así, avisó primero con una falta directa que Rafa Soriano despejó como pudo. Y al poco, el segundo mazazo: otra vez Rodri, esta vez con un disparo escorado que entró como una daga. 0-2 y la eliminatoria prácticamente sentenciada.
El Formentera, fiel a su espíritu, no tiró la toalla. Loren tuvo la mejor ocasión para meterse de nuevo en el partido, pero volvió a aparecer el portero mallorquín para negarle el gol. Y a partir de ahí, lo de siempre: el tiempo convertido en enemigo, los nervios, la prisa, la impotencia. Más cerca estuvo el 0-3 que un tanto del honor.
Cuando sonó el pitido final, el silencio se mezcló con los aplausos. Porque más allá del resultado, la gente supo ver el esfuerzo. Esta isla, pequeña pero orgullosa, volvió a demostrar que su fútbol tiene alma. Se fue el ascenso, sí. Pero no se va el orgullo, ni las ganas, ni la fe.
Redacción
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