
Alineaciones:
SE Penya Independent: Lautaro J. Callejo, Carlos Moreno, Alejandro M. Vera, Mountaga Ndao, Daniel Reales, Bilal Essabbar(Leandro G. Vera, 68′), Josep Diez(Santiago Rinaldi, 89′), Aleix Ruiz, Mubarak Alhassan, Lucas González(Freiner O. Durán, 84′), Lucas Daniel Callejo(Alberto Martínez, 45′).
UE Porreres: José J. Rivas, Guillermo Romaguera, Jaime Calonge(David Riera, 57′)(Climent Noguera, 71′), Miguel Algaba, Rodrigo P. Cuenca(Luís Salvador Alomar, 79′), Alejandro Alvarez, Daniel Amengual, Alberto Castaño, José E. Caicedo, Joan Sorell, Federico Lussenhoff.
Árbitro: Llorenç Rayo Llinas asistido en bandas por Héctor Cabellos Cruz y Oussana Haj Moussa.
Tarjetas: amarillas para los locales arlos Moreno(20′), Mubarak Alhassan(45′) y Josep Diez(90′) y para los visitantes Joan Sorell(18′), José E. Caidedo(62′), Albeto Castaño(68′), Miguel Algaba(72′) y Daniel Amengual(90′)
Comentario:
El 0-0 final no fue un accidente, fue una declaración. Porque si alguien pensó que los mallorquines iban a salir a proponer, se equivocó de libreto. Cerraron filas, armaron una muralla en campo propio y dejaron pasar los minutos como quien cuenta monedas: una a una, sin prisa y con la mente puesta en la vuelta.
Y la Penya, fiel a su estilo, se puso a tocar, a mover el balón con esa intención tan anaranjada de llegar jugando hasta la línea de fondo. Pero cuando el rival se atrinchera, la belleza tiene poco espacio. A los de Sant Miquel les sobró voluntad y les faltó tino.
El partido, eso sí, no fue un bostezo. Fue una olla a presión. Cada saque de banda era una guerra de miradas, cada córner un mini terremoto. Hubo una jugada anulada que hizo estallar al banquillo local, un par de disparos con veneno que rozaron el larguero y un ambiente denso, espeso, de esos que huelen a final anticipada.
Y cuando el reloj avanzaba, el duelo se fue llenando de trampas: pérdidas de tiempo, roces al límite. El Porreres supo jugar ese otro partido, el que no sale en las estadísticas pero pesa en el marcador. No les importó no tener la pelota. Ellos vinieron a no encajar. Y se fueron con el objetivo cumplido.
En los últimos minutos, la Penya apretó como si le fuera la vida. El balón no salía del área rival. Pero entre despejes agónicos y un portero visitante que lo atajó todo menos el reloj, el marcador quedó inmóvil.
Ahora la eliminatoria viaja a Mallorca, y allí cambiarán las reglas. El Porreres tendrá que salir un poco más, y la Penya sabrá que el margen se achicó. Todo está en juego. Pero algo está claro: si quieren seguir soñando con el ascenso, los ibicencos tendrán que convertir su buen juego en goles. Porque en el fútbol, las ideas no suben de categoría. Los goles, sí.
Redacción
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