El Sporting resiste

El club mahonés concentra en su equipo juvenil, su único exponente en liza, sus esperanzas de futuro

Plantilla y cuerpo técnico posan para este diario en la grada del anexo; el futuro, en sus manos.

Municipal Mahonés, nuevo anexo. Los chicos van llegando. Restan escasos minutos para iniciar uno de sus habituales entrenamientos vespertinos. Bromean mientras aguardan a la sesión fotográfica previa convocada por este diario. También durante la misma. Irradian un desparpajo que entremezcla el atrevimiento implícito a su edad y el saberse importantes, protagonistas, por unos instantes, pero producto de su juventud no advierten en plena dimensión lo trascendente de su empresa, de su causa. Aparece el histórico Magín Pons, el técnico Biel Llabrés… también el presidente, Fernando Osuna… ellos si saben lo que se cuece, lo que tienen entre manos…

Son el vínculo entre la desaparición y la supervivencia, el único vestigio de lo que en su día trató de amalgamar bajo una misma bandera la totalidad de fuerzas del fútbol mahonés. Son el juvenil del Sporting, club creado en 1974 para ganar, para detonar ancestrales rivalidades, para establecerse con holgura reemplazando a Unión y Menorca e izar orgulloso el pabellón local en el panorama nacional. Una entidad que en su gestación entendió en la apuesta por un primer equipo potente la vía exclusiva mediante la que afianzar sus pretensiones.

Cuatro decenios después de su aparición, y a pesar de haber apilado un interesante ramillete de logros en ese recorrido, el viraje advertido en su filosofía, propiciado por las dolorosas circunstancias que le han azotado en los meses más cercanos, es brutal, absoluto. En el recuerdo, aquella Blaublanca de los 80’, siempre poderosa, el híbrido formado con el Isleño en el 89 que alcanzó la División de Honor, el juvenil del 92 campeón con Diego Sintes, ulteriores filiaciones de La Salle… pero nunca antes fue como ahora. El Sporting, desprovisto de su primer equipo, con una deuda que merodea el millón de euros y un futuro de lo más ambiguo, aún resiste. Aferrado a su equipo juvenil, su aislado exponente que sueña el ascenso a Liga Nacional, rechaza ser enterrado.

Jamás previamente un conjunto de formación acaparó tamaña importancia en el seno del club. Se trata de mucho más que de un simple juvenil. No es que soporte la estructura deportiva; sencillamente es la estructura –Illa de Menorca al margen–. Y para afianzarla, quién mejor que la figura de Biel Llabrés, un sportinguista «de siempre» como él mismo se define. Tras la dimisión en bloque de Segarra y su directiva el pasado junio, la nueva junta encabezada por Osuna y Bonet le reclamó. La supervivencia estaba en suspense. Aceptó sin vacilar. «Soy socio del Sporting desde su fundación; siempre creí en la fusión del 74, y cuando vinieron a buscarme para entrenar a su único equipo dije que sí enseguida, no podía negarme», explica Llabrés.

Difícilmente hallarán los banquillos insulares un entrenador tan sensibilizado con los colores que defiende. Llabrés, un clásico de nuestro fútbol, ama al Sporting y así se desprende de su actuación y discurso. «Somos conscientes de nuestra responsabilidad, defendemos al único equipo representativo del Sporting Mahonés, con todo lo que eso implica, y ese es el mensaje que intento trasladar a los jugadores, y que también sean conscientes de que hay socios que se preocupan por el club», anota el entrenador natural de Maó, que asimismo admite «tras un descenso y todo lo ocurrido es difícil reactivar a la gente, cuesta que vengan, pero el otro domingo hubo una buena afluencia de público; sabemos que la oferta durante el fin de semana es amplia, pero eso es lo que queremos, que el socio también apoye, pues el año próximo la intención es salir en otras categorías y les necesitamos». En el albor de la temporada en curso la directiva sportinguista con Osuna al frente se encargó de concienciar al juvenil, en el que se concentran muchas –casi todas– de sus expectativas de futuro. «El club trabaja para solucionar el tema económico y el planteamiento es salir el año próximo en Regional; tenemos a varios chicos de tercer año y queremos darles continuidad», abunda el técnico, que durante lustros se ha granjeado un nombre, ya fuera dirigiendo al Sporting en Tercera, Ferreries en Regional o al juvenil del Sant Lluís en sus años más dominantes y exuberantes. Ahora su reto es «ascender a Liga Nacional juvenil, una buena oportunidad para tener más repercusión como club y un estímulo para los jugadores».

El campeón de liga sube directo. El equipo marcha tercero en la Copa. La opción es real. «Pelearemos por ello», garantiza Llabrés, quién, de lado, rechaza profundizar en las causas del estado del club. «No puedo opinar, no estaba dentro, pero es evidente que hubo una mala gestión». Y otra conclusión. «Veo complicado el futuro del fútbol menorquín; antes la gente ponía dinero, ahora, tal y como está todo, lo veo muy incierto», concluye Llabrés, pilar fundamental de este histórico Sporting que lo soporta todo.

 

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