Llorenç Serra Ferrer trabajó durante semanas para reclutar a un grupo de mallorquines significados que pusieran su dinero y experiencia para formalizar un cambio de propiedad en el Real Mallorca. El pobler sigue siendo el alma y la cara más conocida de ese grupo, pero su protagonismo mengua en lo que se refiere a la gestión pura y dura de la entidad. Mateu Alemany, más acostumbrado a un ecosistema en el que abundan los contratos y las cláusulas de difícil interpretación, lleva el peso de estos asuntos.

La jornada de ayer es un ejemplo clarificador. Mientras el vicepresidente acudía a Manacor para hacer entrega a Rafel Nadal del carnet de socio del club, Mateu Alemany se quedaba en un despacho de Son Moix negociando la rescisión del contrato de Bruno China. «Creo que está acabando de negociar con Mateu [Alemany]. Sé que estaba en el club, lo he saludado y creo que faltaban pequeñas cosas», dijo el propio Serra Ferrer después del acto.

Por la tarde el pobler se reunió durante horas con Michael Laudrup para planificar la política de fichajes de la plantilla y analizar la primera parte de la pretemporada. Es en medio de estas discusiones donde el responsable del área deportiva se siente en plenitud.

Pese a que se formalizó el cambio de propiedad, Alemany sigue siendo el máximo accionista de la institución bermellona al poseer un cuarenta por ciento de las acciones. El sesenta por ciento restante está en manos de Serra Ferrer y otros pequeños accionistas como Pedro Terrasa, Jaume Cladera o Biel Cerdà. Todavía se busca a un inversor que se haga cargo del paquete accionarial que sigue ostentando el andritxol.

Alemany sigue liderando además todos los asuntos referentes al concurso de acreedores, algo que le pidió el propio Serra Ferrer antes de desembarcar en la entidad balear.

«Las decisiones se tomarán colectivamente», dijo el pobler hace un mes. Pero nadie esperaba que a estas alturas Alemany seguiría siendo tan protagonista.

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