Un ascenso con firma mallorquina

Mallorca

 

Por desgracia, la del Mallorca nunca ha sido una de las canteras más prolíficas de España. La facilidad para alumbrar jugadores de élite que ha tenido el club palidece en comparación con otras casas futbolísticas. De hecho, pocos jugadores formados en la entidad, al menos en la época moderna, han conseguido entrar en el club de ‘los mejores jugadores de la historia de la entidad’. En las entrañas de ese Olimpo siempre se ha tendido a hablar con acentos extranjeros.

Un ejemplo de lo anterior lo podemos encontrar en la temporada que transcurrió entre 1988 y 1989. Recientemente descendido a Segunda División, el Mallorca peleaba por volver a la máxima categoría en el menor tiempo posible. Zaki, Vulic y Stojadinovic, los tres extranjeros de la plantilla, eran los hombres que marcaban la diferencia. Eran la columna vertebral de un equipo que, pese a la restricción en cuanto a las fichas de jugadores foráneos, sólo contaba con siete hombres de la casa, cuatro de ellos, Marcos, Fernando, Magín y Vidal, tardo adolescentes que acababan de ascender del filial. Convendremos en que 7 de 26, el número total de jugadores utilizados aquella temporada, no son muchos. Pocos imaginaban, sin embargo, que el éxito que alcanzaría esa temporada el club iba a llevar sello mallorquín.

La historia de la campaña 88/89 estuvo marcada por unos dientes de sierra demasiados pronunciados. De ser líder durante el primer tramo de la temporada a ocupar el duodécimo lugar a mediados de curso. Entretanto se dio la destitución de Ivan Brzic, ocupando su lugar Serra Ferrer, hasta aquel momento entrenador del Mallorca B. El equipo alcanzó el tramo final de la competición peleando por el ascenso directo pero dos tropiezos ante Tenerife y Castellón, rivales directos, relegaron a los bermellones a jugar la promoción. El obstáculo entre el Mallorca y la máxima categoría vestía de blanquiazul y atendía al nombre de Espanyol.

La ida se jugó en Sarriá y los de Serra Ferrer se trajeron de Barcelona un 1-0 adverso. Para el partido de vuelta, que se disputaría en el añorado Lluís Sitjar, la afición respondería acercando la asistencia al duelo al lleno. No tardaría mucho en estallar el júbilo con motivo del empate de la eliminatoria. Apenas transcurridos 12 minutos de partido, Miguel Ángel Nadal ponía de cabeza tras asistencia de Parra. Convertido ya el de Manacor en una de las estrellas del equipo, a sus 22 años había tomado el mando en la medular. Los siete goles que había anotado durante la temporada liguera le convirtieron en el segundo máximo anotador del equipo. Aquél, el del partido de vuelta de la promoción, era el octavo y quizás el más importante.

Dicen las crónicas que el Mallorca fue, de los dos, el que más sólido se encontró. Salvo en un periodo de 10 minutos los de rojo llevaron las riendas del partido. El equipo se sostenía en la fortaleza de Vulic atrás y la velocidad de Álvaro Cervera delante, el resto del equipo parecía simplemente tratar de nadar y guardar la ropa con pases en corto y faltas constantes. Corrieron los minutos sin que el Mallorca sufriera. Tampoco creó excesivo peligro, aunque la llegada de la prórroga sería crucial. A los tres minutos del tiempo extra un imberbe Gabi Vidal, debutante en aquella temporada, marcaba su segundo gol de la temporada. Nada pudo hacer en el tiempo restante el Espanyol pese a jugar con un hombre más. Los locales celebraron su vuelta a Primera, los visitantes lloraron su descenso. La gloria sonreía al Mallorca, y ya de paso coronaba chicos mallorquines que reivindicaban el talento de la tierra.

Tomeu Maura futboldesdemallaorca

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